¡Anímate!

Hoy consolaré hablando del milagro que hace Dios al acompañarnos en la vida.

Alma mía porque te desprecias, porque miras la sombra donde está puesta a luz del amor. Miras con necesidad y juzgas con dolor la vida, te miras apartada y solitaria. Relames los grilletes de la esclavitud y culpas de verdugo al mundo. Acaso no te has dado cuenta que en ti está la paz y a libertad para liberar al mundo. Acaso no comprendes que el amor vive en tu corazón y está ansioso de amar a Dios, al prójimo ya ti mismo.

El dolor del egoísmo no tiene el sabor del amor, ni procura la paz ni la libertad del mundo, en el duelo egoísta eres víctima del mundo y con soberbia reclamas los errores. En el duelo en el amor eres luz que ansía iluminar las sombras, sal que busca descubrir los sabores verdaderos del mundo. El dolor del egoísmo sufre por no tener, el dolor del amor sufre porque el mundo está oculto en las sombras y la luz del amor no brilla.

Alma mía mira al Señor Dios y en su misericordia descubre el dolor del amor. Él mismo, dejando la gloria del cielo se encarna, padece, muere y resucita para mostrarnos el camino en la conciencia. Para abrir nuestros sentidos y vencer el temor de ir  a la profundidad de nuestro ser y encontrarnos con el espíritu que nos sostiene. Mira el dolor del Espíritu Santo que desde tu espíritu insiste en iluminar con sus dones tu conciencia. Mira el amor del Espíritu Santo y mírate en el Espíritu Santo que te tiene por lo más valiosos y en ti confía toda su luz y su salvación.

Alma mía, eres digna, pues merece tu existencia pagar hasta la última gota de sangre y permanecer siempre dispuesto a salvarte, a guiarte por cañadas oscuras y por el valle de la muerte hasta llevarte a reposar sobre pastos verdes y aguas tranquilas. Tu duelo egoísta reclama al pastor porque no ves el destino al que te lleva y quieres que te traiga el destino que añoras, con la necedad te detienes y exiges no continuar en el camino sino que el destino venga a ti. Deja el capricho del egoísmo y vuelve tu mirada a tu espíritu y escucharás la guía del buen pastor que en verdad te anima a pasar por el valle de las lágrimas, descubre su palabra cerrando la puerta de tu mente y tu emoción haciendo oración.

Comienza por decirle Padre, sin prisa, segura de que es realmente al Padre que llamas y que está a tu alcance… En tu pesadilla de vida repite sin cesar PADRE y reconoce que eres su hija amada, Repite PADRE, con el corazón en la mano y escucha como el eco de tu voz se escucha en tu conciencia hasta llegar a tu espíritu. Y continua diciendo NUESTRO, mirando todo lo que te rodea y todos a quienes te rodean. PADRE NUESTRO también de quien ofende y camina con los ojos del espíritu cerrado y ofende. NUESTRO pues su Espíritu Santo se extiende y comparte en cada uno, y en cada uno como en ti está dispuesto su consuelo, guía, fortaleza, todo don de salvación. PADRE NUESTRO, mirando el amor de Dios sobre todas las cosas, en todas las personas descubrirás el camino, la verdad y la vida, a Cristo que te habla con palabras precisas, con ejemplo de vida para que vuelvas al redil del amor, mira a Cristo es el rostro y la presencia del Padre Nuestro con el amor de su Espíritu Santo.

Padre nuestro, Padre creador, Padre Cristo, Padre Espíritu Santo, PADRE NUESTRO, si Dios en ti, y en todo ¿qué más gozo puedes necesitar?. Si Dios está en tu conciencia y en todos, escucha su amor y deja de enfocarte en el temor, como quiera que sea en tu conciencia. Anímate alma mía, platicando con el Señor corrige y AMA, pues ÉL es la vid y tu eres e sarmiento, el fruto y la semilla de tu propia semilla de amor que te anima.

La Palabra de Dios

Mateo 5:13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para arrojarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para colocarla debajo de un cajón, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos.»