Oración en la Pasión de Cristo

Hoy ayudaré en los quehaceres dela casa sonriéndole al Cristo de mi Cabecera.
  • «Vive hasta perder el aliento y vive en el aliento del Amor»

Señor, vives siempre y no pierdes el aliento, eres aliento en mi vida. Tu pasión continúa, te miro en tantas ocasiones mostrándome el ánimo, tu Amor se extiende y renueva cuando te contemplo, cuando te miro en mi prójimo y te acepto en mí.Siempre estás presente en la creación, el sacrificio, el consuelo o la inspiración. Sacramentas el fruto de nuestro esfuerzo y pan y vino transformas en tu encarnación. Tu misericordia se extiende aún en cuando te negamos, ha sabiendas de nuestra debilidad, antes que juzgarnos nos levantas con tu perdón. Hasta el ultimo aliento eres nuestra vida y eres vida en el ultimo aliento.

Eterno Padre nuestro, Hijo que redimes, Espíritu Santo que alientas mi mente no alcanza a descubrir todas las razones y emociones que me describe el testimonio de tu pasión y muerte que hace San Mateo (26,14-75.27,1-66). Tengo temor de mirarme en Tu sacrificio para encaminar a la humanidad al gozo del tu Amor mi.

Conoces la humanidad y miras como hemos dejado de mirarnos como seres humanos. Somos tu expresión de Amor y por poder y gloria, por unas monedas, por vanidad y soberbia, por egoísmo y sensualidad, por los dichos de otros negamos tu Amor hasta querer destruirlo en la ignorancia.

Te pido perdón por las caídas y ofensas que te hacemos como humanos, ´seamos hermanos en tu iglesia o usemos tu nombre para desunir y destruir hasta el ultimo aliento, a quienes te reconocen como Padre Nuestro con entender diferente. ¿Cuál de tus hijos es mejor o has nombrado juez para condenar a otro? Que grande debe ser tu sufrimiento de mirar a los hijos de Abraham destruirse, asesinando y discriminando al hermano. Un reino que se condena a si mismo. Humanidad que pierde la vida y el aliento de tu Amor.

Quisiera apartar mi vergüenza al mirarme tantas veces reflejado en tu pasión y descubrir tu respuesta ante la bajeza de la humanidad. Quiero seguir tu vida y transformar el juicio, la condena, el calvario, las ofensas y el martirio de la cruz. Que mi vida te sirva para alentar la vida eterna y plena de tu Amor. Ser puente para que se iluminen con tu luz. Ser misionero de tu Amor.

Tu expresión de Amor es máxima cuando realizas los milagros. No hay milagros pequeños, somos tu milagro, tu expresión de Amor para extenderte en las carencias y los duelos. Animar en el camino. Ser testimonio de Verdad y vida del evangelio.

Ahora mismo mi oración está llena de debilidades y temores. Ven Espíritu Santo muéstrame ¿Qué quieres que haga? aliéntame con el Amor que el evangelio que San Mateo nos relata:

Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata.

Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

Señor me doy cuenta que te traiciono ante aquellos poderosos y renuncio a ti, a tu camino por unas monedas. Señor tu eres el Poder y la Gloria, ayúdame a mantenerme unidoa Tí.

Y continúa el relato:

El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?».

El respondió: «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: ‘El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'».

Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.

Tu has estado conmigo en los tiempos de celebrar la Semana Santa. Perdón por usarla para descansar en la vanidad y pereza humana y hacer a un lado la meditación de tu entrega plena, día a día. Señor quiero hacer tu voluntad.

Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».

Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?».

Cuantas veces me invitas a la Santa Misa y ni siquiera me presento o lo hago por cumplir la apariencia. Señor, todo lo vez y lo sabes. Perdona que la misma separación que hago contigo la hago con mi prójimo.

El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.

El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».

Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: «¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho», le respondió Jesús.

Señor tu sabes que reconocer mi falta no basta para sanar y quitarnos la condena que nos imponemos. Señor, que me duela el corazón de contrariar tu voluntad y ofenderte. Traicionando el Amor que pides que comparta con la infidelidad a ti y a mi prójimo.

Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».

Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados.

Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre».

Señor me das tu Amor con el Espíritu Santo, con tu presencia Sacramental, con tu creación y providencia. Eres Santísima Trinidad y no acepto o no comparto tu Amor para encarnarlo y bendecir al mundo con tu presencia ignorando el honor y el valor que me confías cuando me haces tu custodia viviente. Te encarnas en mi para que seamos uno. Señor quiero mirarme en ti al compartir tu Amor.

Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.

Entonces Jesús les dijo: «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño.

Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea».

Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás».

Jesús le respondió: «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».

Pedro le dijo: «Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré». Y todos los discípulos dijeron lo mismo.

Cuanto te prometo seguirte y te pido que me ayudes. Y me ayudas y me conoces, me duele negarte en mis vida y callar que te conozco y escandalizarme por tu extrema entrega, haciéndola una enseñanza lejana a mi vida. Cuánta soberbia al decir que te conozco y ¡qué falta de humildad! al no dar el Amor que me entregas. Tengo miedo y tu eres el Amor que desvanece el Temor. Miraré en mi espíritu tu Espíritu Santo para iluminar con tu guía y consuelo mi mente, mis emociones, relaciones corporales y sociales.

Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo: «Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar».

Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.

Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo».

He dejado de visitarte en el solitario Sagrario, me he retirado de tu presencia. Perdón por ignorar tu permanente invitación.

Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».

¡Qué se haga tu voluntad!

Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: «¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?

Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

Quiero estar una hora a la semana dialogando contigo, qué gran regalo dialogar en oración y platicarte de cualquier cosa. Que no sea ciego y cambie oropel rechazando el oro de tu Amor. Que cambie cada tentación invocándote en oración

Se alejó por segunda vez y suplicó: «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad».

Que tu fortaleza supla mi debilidad

Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño.

Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.

Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.

¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar».

Abre mis ojos, que esté en vigilia y dispuesto como un bebé busca a su madre.

Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.

El traidor les había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo».

Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole: «Salud, Maestro», y lo besó.

Jesús le dijo: «Amigo, ¡cumple tu cometido!». Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron.

Señor, que no sea esclavo de los temores y comentarios de otros.

Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.

Jesús le dijo: «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere.

¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles.

Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?».

Que la ira, la vanidad y la soberbia no oscurezcan tu presencia, ni quieran delinear tu camino

Y en ese momento dijo Jesús a la multitud: «¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron».

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Que no huya de tu Amor, ni justifique mi separación.

Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.

Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo.

Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que declararon: «Este hombre dijo: ‘Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días'».

Quiero creer en tu palabra que va más allá de la razón, quiero que tu seas mi Dios y yo tu siervo.

El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?».

Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».

Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo».

Señor mío y Dios mío ¿por que dudo de tu presencia si te conozco? Se Tú mi respuesta

Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: «Ha blasfemado, ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia.

¿Qué les parece?». Ellos respondieron: «Merece la muerte».

Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, diciéndole: «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó».

Perdona a nuestra ciega humanidad llena de temores y soberbia. Perdona que te anulemos de los gobiernos, las escuelas, las pláticas y de nuestras familias.

Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Galileo».

Pero él lo negó delante de todos, diciendo: «No sé lo que quieres decir».

Perdoname por esconder que creo en ti y tu confías en nosotros

Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno».

Y nuevamente Pedro negó con juramento: «Yo no conozco a ese hombre».

Perdón Señor por apartar mi oído a tu consejo y negarle a mi mente y emociones la fuerza de tu Espíritu de Amor

Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron: «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona».

Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo,

y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.

Gracias por Ser mi Dios y aún a sabiendas de nuestros temores y negaciones nos sigues amando y mantienes tu presencia de Amor para transformar nuestro aliento en tu aliento de vida.

Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús.

Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.

¿Que moneda cobra el gobierno? Y ¿qué precio pagas por nuestra liberación? Perdón por poner precio a mi vida y despreciar el Amor conque mantienes mi aliento

Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, diciendo: «He pecado, entregando sangre inocente». Ellos respondieron: «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo».

Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó.

Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre».

Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros.

Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre».

Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas.

Con el dinero se compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado.

Nos creemos dueños de la tierra y la arrebatamos de tu creación para hacer nuestra voluntad ¡no es acaso tu voluntad la que nos une en la tierra? ¿Acaso la tierra paga el cielo? Lo mismo hemos hecho con la vida la separamos en mía y tuya ¿el egoísmo nos une? O somos uno en el Espíritu Santo del Señor? Que pague mi aliento de vida con mi espíritu animado y animando a mi prójimo en Ti, mi Señor

Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». El respondió: «Tú lo dices».

Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada.

Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?».

Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.

¿En quien he puesto el gobierno de mi vida? Señor, que Tu Amor gobierne mi vida

En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo.

Había entonces uno famoso, llamado Barrabás.

Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?».

El sabía bien que lo habían entregado por envidia.

Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».

El poderoso envidia tu poder y sabe que el Amor es el mayor gobierno de Verdad que nos hará libres. Que ame Señor, primero a ti y tanto a mi prójimo como el amor a mi

Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás».

Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!».

Condeno para quedar bien y mayor mal me hago, pues en tu misericordia está el Gozo. Que mi boca sea tuya, que permita que te expreses en mi ser.

El insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!».

Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes».

Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos».

Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

El Amor es un mal para el Temor y el rencor, la envidia, la soberbia, la vanidad, la lujiria y los exceso y perezas. Que sea el Amor la herencia que entregue en mi vida

Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él.

Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.

Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos».

Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza.

Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

Sólo con la fortaleza de tu Espíritu se puede padecer y mantener el aliento. Que sea tu Espíritu Santo el aliento de mi vida

Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz.

Señor, esperas paciente para ayudarme a aceptar y cargar mi Cruz. Que permita que mi vida sea el puente de tu presencia para ayudar al desvalido y doliente.

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo.

El dolor se soporta cuando sacias tu espíritu del Espíritu del Amor. Que descubra el ungüento de tu Amor en la adversidad.

Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo.

Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos».

Señor mío y Dios Mío, Nuestro Padre, el Hijo Amado y consuelo y guía de nuestra alma. Que aliente mi vida sabiéndome hijo del Padre Nuestro

Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Has venido sobre todo por los pecadores. Soy indigno de ser tu hijo y derrochar mi vida y tu recibes con todo tu Amor.

Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!».

De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:

«¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él.

Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: «Yo soy Hijo de Dios».

También lo insultaban los ladrones crucificados con él.

Insultamos y despreciamos a quines vemos, aún así nos permites ver y te hiciste presente. Que sin ver te mire, te escuche, te acepte y te siga.

Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región.

Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías».

En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.

Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo».

Perdona Señor por condenarte sin escucharte, sin aceptar tu condición. Perdón por la falta de compasión y de temor ante tu Amor. Perdón por no correr a animar tus lágrimas con las obras de misericordia que podemos darte. Perdona a tu pueblo.

Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.

Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.

El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!».

Creo que eres Hijo de Dios y el Padre Nuestro se encarnó en Tí, por la gracia del Espíritu Santo en la Santísima Virgen, en el hogar de San José,

Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.

Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.

Benditas mujeres que siguen los pasos del Redentor. Que sean recompensadas con la redención de sus Almas y las del mundo que tocan con su amor incondicional.+

Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran.

Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.

¿Quien podrá separarte si el Amor es lo que nos une?

María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.

En verdad has resucitado y eres nuestro aliento de vida, sin verte te miramos, sin escucharte sabemos de tus palabras, pues en el fondo de tu corazón has puesto la puerta que se abre a tu espíritu.

A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole: «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: ‘A los tres días resucitaré’.

Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: ‘¡Ha resucitado!’. Este último engaño sería peor que el primero».

Pilato les respondió: «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente».

Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.

Señor mío y Dios Mío. Padre Nuestro en Jesucristo su hijo, con el Espíritu Santo. Camino Verdad y Vida. Aliento de nuestra vida, Que viva en tí hasta que se pierda el aliento y viva en tu aliento