Habla con Dios sin desanimarte

Hoy me perdono mi vergüenza

Oh alma mía, que poca necesidad pareces tener de la conciencia de que Dios está contigo, de la fe de que siempre está contigo y habita el templo de tu corazón.

Había un hombre que caminaba por el castillo buscando ayuda y a cada persona que pasaba le contaba sus penas y algunos se compadecían de él y otros le rehuían y hasta se burlaban de él. “Si tan solo el rey me escuchara”. Se decía lastimosamente… “está pena que traigo se resolvería”. El rey lo miraba diariamente desde la ventana y e hacía señas para que subiera a su presencia. Sin embargo era tal la agonía que padecía aquel desgraciado que solo miraba hacia el suelo. Parecería que nunca encontraría el camino a la presencia del Rey.

Así un día el rey decidió mandar bajar a su hijo para abrazarlo y consolarlo. El triste hombre caminando con el lamento en sus labios se topó con un hombre que calzaba zapatos de buena clase y comenzó a repetir sus penas con sollozo y autocompasión. Al mirar aquellos zapatos del hombre que lo acompañaba, se quejó de su pobre vestimenta y el lastimoso piso que le daba maltrato a sus pies casi desnudos. El príncipe de buen vestir, llamándolo hermano,  le entrego entonces un paquete de vestir que incluía una túnica y una capa digna de un rey.

El desdichado hombre al tener en sus manos el presente, le recrimino el regalo al príncipe, replicando que si recibiera esa ropa de linaje, al momento lo sorprenderían los guardias para hacerle pagar por robo.

El príncipe se descalzo y se vistió pobre como el desdichado así se acercó nuevamente a aquel hombre de pesada humanidad y le llamo diciéndole: “hermano el rey te espera y escucha tus lamentos, quiere tu gozo en su presencia, pero háblale”. A lo cual el desgraciado replicó – “necesito su presencia. Pero yo no me miro digno de enfrentar su presencia, mis palabras son groseras y de vilano, mi vida de desgracia y errores, aunque sí de gran necesidad por la bondad del Rey”.

El príncipe vestido de compasión y humildad lo abrazó y le dijo así como a mí me recibe el rey. Pues el mismo me ha enviado a ti. Te ha escuchado con la insistencia que has puesto en tu continuo lamento y penuria. El espera recibirte, el rey te escucha en estos momentos con tus palabras. Levanta la vista y verás que te mira y te atiende desde su balcón, desde donde ordena a sus mensajeros que consuelen y apoyen a su pueblo en las necesidades. Pues en ti también el rey habita y ha puesto su balcón.”

El triste hombre se miraba confundido ¿Cómo aquella presencia que siempre deseo estaba mirándolo y conociendo sus pensamientos? El príncipe insistió que platicara con el rey. El pobre hombre levantó la mirada y miró al príncipe, el príncipe le dijo: “Para llegar al rey mírame, deja de mirarte solo, estaré contigo hasta el final de los tiempos, acepta tus dolencias y sufrimientos y sígueme. Dialoga con el rey aunque no lo veas, escúchalo, insístele, aunque mires tu desgracia espera la respuesta y la guía del rey. Ten por seguro que está atento a su reino y así como él me envió yo te envío para que bendigas y les digas a todos que el rey está presente, yo estaré presente y el espíritu del rey está presente para consolarte, fortalecerte y guiarte, pues somos uno”.

El hombre abrió los ojos expresando su gran sorpresa y le dijo al príncipe :”Señor mío, no permitas que me aparte de ti”

Alma mía, Dios te bendice. Bendice tú la vida que te regala, te envuelve, te abraza y te sostiene. Perdona y ama son las dos expresiones que más alegran al Señor. Habla con Dios  sin desanimarse

La Palabra de Dios

Lucas 18: 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: «Hazme justicia frente a mi adversario»; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara»». El Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o dejará que esperen? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»