Meditaciones

La meditación es una técnica para regresar al presente y descubrir la presencia de Dios en nuestro espíritu. Así descubrirás el amor, paz, autocontrol, fidelidad, castidad, amabilidad, bondad, el gozo… que son frutos del Espíritu Santo.

En la Iglesia Católica practican la meditación, entre muchos, los jesuitas, los carmelitas y los monjes de clausura, como los cartujos. Te invito a que medites apoyado en la oración y el Santo Rosario, para descubrirte presente en el Plan de Dios.

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Esta es una guía para meditar en 3 pasos sencillos, dentro de la enorme riqueza de la fe católica.
  • Meditaciones

    La meditación es una técnica para regresar al presente y descubrir la presencia de Dios en nuestro espíritu. Así descubrirás el amor, paz, autocontrol, fidelidad, castidad, amabilidad, bondad, el gozo… que son frutos del Espíritu Santo. En la Iglesia Católica practican la meditación, entre muchos, los jesuitas, los carmelitas y los monjes de clausura, como…

  • ¡Cállate Satanás!

    De tu decisión depende encarnar sus palabras y alejarte de Dios o vivir el amor, la paz, la libertad, el perdón y la armonía de Dios.

  • Guía diaria de reconciliación de pareja

    Ten a la mano un cuadernillo, como agenda, para ir apuntando tus descubrimientos, sobre las necesidades de tu pareja y como apoyar la para resolverla. También tus necesidades y un plan para disolverlas con el Amor que ha puesto el Señor en tu espíritu. agendar como resolver o disolver los conflictos También pequeños papeles para…

  • ¿Cómo encarnar el Don de Dios?

    El Espíritu Santo es el Don de Dios, el paráclito. Es decir: el Amor que guía, consuela, fortalece y anima. En nosotros está encarnar el Don de Amor de Dios al recordar, discernir, crecer ¿Cómo encarnar el Don de Dios?

  • ¿Por qué rezar a los difuntos?

    Amar es lo que nos da imagen y semejanza a Dios. Así pues cuando tomemos consciencia de un difunto, entreguemos expresiones de amor, oración, el sacrificio en la Santa Misa, el pensamiento de gratitud y de perdón dirigido a la presencia del difunto en nuestra consciencia.

  • Llaman las campanas a misa

    Hay de aquel que tres veces oye las campanas y no escucha el llamado a la puerta celestial. Hay de aquel que se excusa y se justifica para no asistir al Sacrificio del hijo del Dios Padre y Creador.

  • Señor, por tu dolorosa pasión ten misericordia.

    Señor, Si he de proclamar mi fe, mi esperanza y mi Amor en ti, que eres el Padre Nuestro encarnado en Jesucristo por el Espíritu Santo en la Santísima Virgen. También reconozco que me has llamado y me has bautizado para ser tu cuerpo místico me compartes tu reino y reino contigo. Por el Agua…

  • Oración por el Amor de cada día.

    Señor, mi Dios, gracias por el regalo de tu Amor de este día. Recibo tu palabra que es el Amor. Hoy me entregas la semilla del Amor, como cada día. Ayúdame a escuché tu presencia. Ayúdame a dejar de ignorarte. Tú me estás hablando en cada día, en cada instante, en cada circunstancia, en mi…

  • Somos un Amor

    Alma mía quisiera explicarles a todo mundo lo que significa la misión de amor, que somos un Amor.

  • 5 formas de Hacer el Amor

    Para  encarnar el Amor en nosotros, tenemos instrumentos para transformar la adversidad y el conflicto, para unir lo que se mira separado, para que todos seamos uno desde 5 formas

¡Cállate Satanás!

mother mary and christ figurine on black background

Alma mía, cuando buscas a Dios, cuando proclamas su presencia, cuando vas a su encuentro, cuando te encaminas a la paz, aun cuando decides orar o adorar a Dios, Satanás se opone y busca la manera de sembrar su confusión y aun el temor para que no alcances tu destino, para que no llegues a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

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Hay muchas maneras con las cuales se entromete en tu mente, en tus emociones o en tu imaginación y te aconseja. Es importante que reconozcas que solamente es un consejo, una tentación, de un ángel caído en desgracia. Y también tienes el consejo y la bendición de tu ángel de la guarda.  De tu decisión depende encarnar sus palabras y alejarte de Dios o vivir el amor, la paz, la libertad, el perdón y la armonía de Dios.

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Guía diaria de reconciliación de pareja

Ten a la mano un cuadernillo, como agenda, para ir apuntando tus descubrimientos, sobre las necesidades de tu pareja y como apoyar la para resolverla. También tus necesidades y un plan para disolverlas con el Amor que ha puesto el Señor en tu espíritu. agendar como resolver o disolver los conflictos

También pequeños papeles para escribir notas a tu pareja confiándole todas las bendiciones que encuentras en tu relación. O para recordar los pensamientos, palabras y obras que hayas tenido en tu relación sin poner el Amor en primer lugar, sin pedir o aceptar el perdón.

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¿Cómo encarnar el Don de Dios?

El Espíritu Santo es el Don de Dios, el paráclito. Es decir: el Amor que guía, consuela, fortalece y anima. En nosotros está encarnar el Don de Amor de Dios al recordar, discernir, crecer ¿Cómo encarnar el Don de Dios?

Recuerda… regresar al corazón

Discierne… decide y separa aquello que es de tu escencia, de tu amor

Crece… camina, vive… da testimonio del Amor que te sostiene.

Ante la crisis:

Recuerda, decide por amar, crece dando testimonio del Amor que te anima y sostiene. El Amor que une al Padre Nuestro con Jesucristo que guía, consuela, fortalece con el camino de la paz del Padre, la verdad que nos libra del pecado y la vida que viene del Amor.

En la adversidad:

Recuerda que eres expresión del Amor de Dios y decide por amar, es lo que en verdad puedes entregar para librarte de toda atadura que viene del dominio temporal que contradice nuestro amor con el Temor. Permite que el Don de Dios, el Amor que entrega el Padre Nuestro en el Hijo y el hijo nos entrega para extenderlo desde nuestro corazon, regresando el amor a nuestro corazón. (re-volver cordis- corazon).

En la duda:

Discierne, separa la experiencia del tiempo, de la presencia eterna del Don de Dios. Caa día se compone de la eternidad y el tiempo pero sólo la eternidad permanece. Decide reconociendo el Don de Dios hacia la experiencia de la paz en el Amor. Decide por Amar así unirás tu consciencia a la presencia del Espíritu Santo en el camino, la verdad y la vida que nos entrega el Padre Nuestro en Jesuscirsto nuestro Señor Jesucristo.

En el temor:

Crece en el Amor, sólo el Amor basta, pues es la palabra que se encarna y habita entre nosotros, es el Don de Dios que permanece, guía, consuela, fortalece y anima. El temor no resiste la presencia del Amor que todo lo ilumina y le da sentido y rumbo a la existencia. El temor niega tu presencia, mientras que el amor afirma tu presencia. Pues el Amor es tu origen, camino y destino por la gracia del Don de Dios que nos entrega con el camino, la verdad y la vida de nuestro Señor Jesucristo.

En la parálisis:

Cree y acepta el Don de Dios en tu existencia, pues está presente en su creación, en sus criaturas, en tu prójimo y en tí. El Amor siempre fluye en ti, sin detenerse, pues la presencia del Espiritu Santo se extiende en su creación y tu eres su expresión de Amor, espera que tomes el camino y te fortalecerá, espera que le entregues la libertad que te ha dado para hacer su voluntad. Espera que aceptes la vida plena con el Don del Padre Nuestro que te entrega con Jesucristo, nuestro Señor.

En la debilidad:

Abre tu consciencia a la fortaleza del Don de Dios, permite que el Amor eterno abunde en el amor terrenal, eres misionero de amor para que el Amor eterno abunde en tu experiencia de amor terrenal. Encarna el Don de Dios donde la debilidad pues es la opotunidad de caminar con la verdad que nos hace libre en la vida que viene del Amor del Padre Nuestro en Jesucristo, nuestro Señor.

En el Pecado:

Cuando con tu pensamiento, palabra, obras o tus omisiones has contradecido la guía, consuelo, fortaleza y el ánimo del Don de Dios presente en ti; acepta el error, duélete de tu separación, bendice la oportunidad de corregir y restituir el daño que causó tu desvío, ve al encuentro de la misericordia del perdón del Padre Nuestro que nos entrega con el camino, la verdad y la vida de Jesucristo, nuestro Señor.

Al orar:

Escucha lo que proclamas. Reconoce que el Don de Dios te escucha y quiere que encarnes su guía, consuelo, fortalece y animo. Vive el Don de Dios, el espiritu y la voluntad del Padre Nuestro con el camino, la verdad y la vida que nos entrega con Jesucristo, nuestro Señor.

Medita:

Une el Amor Eterno con el amor temporal. Regresa al presente, observa el pasado desde el momento en que vives, camina con rumbo al Amor eterno. Detén tu mente invocando «Jesús«, al inhalar y confíale tu pensamiento o emoción al exhalar diciéndole «en tí confío» y confíale.

¿Por qué rezar a los difuntos?

Aquel que ha terminado su función en la tierra, le llamamos difunto. Aquel difunto es más que polvo que conocimos, es el ánima que le dio sentido al polvo. Cuando el ánima terminó su función en la tierra, continúa su camino de espíritu de amor.

Nuestro espíritu no muere, somos una expresión de Amor y Dios no muere. El Amor es eterno, siempre presente, es camino verdad y vida. Los apegos de la tierra confunden a nuestra consciencia que está unida a nuestro espíritu. Si la consciencia no descubre la esencia de nuestro ser en el amor en la vida o al momento de la transición, cuando termina de nuestra función en la tierra, no logramos ser uno en el Amor.

Nuestra oración intercede

El Amor es el lenguaje que reconoce el espíritu y nuestras expresiones de amor guían a tomar consciencia de que somos uno en el amor. Amar es lo que nos da imagen y semejanza a Dios. Así pues cuando tomemos consciencia de un difunto, entreguemos expresiones de amor, oración, el sacrificio en la Santa Misa, el pensamiento de gratitud y de perdón dirigido a la presencia del difunto en nuestra consciencia.

Intercedamos por nuestros difuntos ante Dios nuestro Señor, con el ruego de nuestra madre la Santa María, de los santos, los ángeles y de todos aquellos que fueron significantes en su existencia en este espacio temporal. Si somos uno con Jesús y Jesús es uno en el Padre. Amor es lo que en verdad podemos dar.

Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no son del mundo, sino que Yo los escogí de entre el mundo, por eso el mundo los odia. Pero todo eso les harán por causa de Mi nombre, porque no conocen a Aquél que Me envió. Si Yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado (culpa), pero ahora no tienen excusa por su pecado. El que Me odia a Mí, odia también a Mi Padre. Pero ellos han hecho esto para que se cumpla la palabra que está escrita en su Ley: ‘ME ODIARON SIN CAUSA. Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El dará testimonio de Mí, y ustedes también darán testimonio, porque han estado junto a Mí desde el principio».

(Juan 15:20-27)

Oración intercesora de Jesús

Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le has dado.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te glorifiqué en la tierra, habiendo terminado la obra que me diste que hiciera.

Y ahora, glorifícame tú, Padre, junto a ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera.

He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; eran tuyos y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado viene de ti; porque yo les he dado las palabras que me diste; y las recibieron, y entendieron que en verdad salí de ti, y creyeron que tú me enviaste.

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has dado; porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo, mío; y he sido glorificado en ellos.

Ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos, los guardaba en tu nombre, el nombre que me diste; y los guardé y ninguno se perdió, excepto el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos.

Yo les he dado tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico, para que ellos también sean santificados en la verdad.

Mas no ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.

La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfeccionados en unidad, para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a mí.

Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

Oh Padre justo, aunque el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer, para que el amor con que me amaste esté en ellos y yo en ellos.

(Juan 17)

El camino del amor

El camino que se originó en el Amor del creador, somos expresión del amor de Dios sembrada en esta tierra desde el momento en que permitió que se encarnara, por la unión del padre y la madre.

En el vientre de su madre creció esta expresión de Amor y su cuerpo se formó para que su espíritu transitara por esta tierra realizando su misión de amar. Así un día conoció la luz de la vida temporal y creció su presencia con la vocación de amar como ser humano a los seres de este espacio que habitamos.

Comenzó dependiente de la caridad (caritas=amor) de su madre y con traspiés se puso de pie para caminar por el mundo. Al principio le tendieron la mano para que se mantuviera y, así, luego extendió su mano para comenzar a reconocer el mundo y unirse a otros.

Su rostro aprendió el lenguaje de la sonrisa y la tristeza, así su espíritu compartió el universo de su consciencia para identificar sus emociones con gestos, acciones y espacios que abrazan, acercan o atemorizan.

Todo estaba dispuesto para que su espíritu entregara el Amor de su origen, en su camino con el destino de amar.

  1. Su mente descubrió el pensamiento que mide juzga, separa, une, abstrae y resuelve las relaciones, el orden y el caos de todo lo que se acercaba a su conocimiento.
  2. Su imaginación unía pensamientos, emociones y sensaciones en una imagen que saltaba en la mente, la emoción, los sueños, el decir de la gente y el cuerpo.
  3. El cuerpo le mostró el mundo tangible, el placer y el dolor, el hambre y el frío, la suavidad y la dureza y tantas sensaciones iguales y distinguibles.
  4. Los sueños le mostraron adivinanzas y encrucijadas, impulsos y experiencias encantadoras o ingratas, retos y crucigramas a resolver en la dimensión del subconsciente.
  5. De la presencia de la gente y sus dichos expandió sus alcances hasta los rincones donde la humanidad crecía, se destrozaba, reunía, querría, deseaba, expresaba su razón y su emoción; le daba pertenencia y competencia, inclusión y desolación, cercanía y seguridad, en la gente aprendía la síntesis de ser humano.

En el andar su consciencia dejó de escuchar la voz de su espíritu que lo guiaba a amar. Se apoderó de la consciencia la mente y juzgó, condenó y se convirtió en esclavo de sus ideas. Cuando la emoción tomó el mando, los rencores y resentimientos crecieron como maleza que ocultaba el amor. Cuando el cuerpo dominó la presencia el deseo y los excesos no permitieron descubrir el amor. Su imaginación tuvo momentos de dominio y la ansiedad y la depresión trastornaron su visión del mundo. Al dejar que el decir de la gente lo dominara para aceptar o renegar de su presencia, la desolación desvió el rumbo del Amor.

Llaman las campanas a misa

Primera llamada

Llaman las campanas a la Santa Misa por primera vez, a la asamblea, a reunirse. Algunos se preparan, en la primera de tres llamadas, a cumplir el compromiso que manda. Hay quienes añoran ir al encuentro con Cristo, a descubrirse con el hijo del padre, a escucharlo en cada lectura, a mirar como se consagra, como llega a nuestro encuentro en el beso divino de la comunión. A convertirnos en custodias vivientes.

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Señor, por tu dolorosa pasión ten misericordia.

Señor, Si he de proclamar mi fe, mi esperanza y mi Amor en ti, que eres el Padre Nuestro encarnado en Jesucristo por el Espíritu Santo en la Santísima Virgen. También reconozco que me has llamado y me has bautizado para ser tu cuerpo místico me compartes tu reino y reino contigo. Por el Agua de mi bautizo recibo tu sacerdocio en mi sacerdocio y bendigo, en nombre de tu Santa Trinidad, el agua, los alimentos, el día, el lugar y a las personas. Me compartes tu Espíritu Santo y soy profeta que proclama desde mi espíritu tu Espíritu Santo.

Soy expresión de tu Amor y Amor es lo que en verdad puedo dar. Amor es el camino que puedo continuar. Amor es la vida que puedo entregar. Soy uno en ti y en ti somos hijos del Padre Nuestro con el Espíritu Santo. Somos tu Amor para darle Amor a la vida y, como tu, dar la vida por Amor,

Recordad tu Pasión es más que conmover a nuestro corazón con la gratitud por tu sacrificio, es el tiempo de seguir tus pasos, de enfrentar el temor, de aceptar la voluntad del Padre, de abrazar nuestra cruz y resucitar en la vida y seguir como Dios Manda.

Tus pasos son nuestra guía y te confieso mis errores y debilidades, sé mi fortaleza en mi espíritu:

Ignoré tu deseo de unirnos para celebrar y compartir la Pascua en la Santa Misa.

Dejé de reconocer que te entregas en cuerpo, sangre y divinidad para ser nuestro aliado.

Te traicioné a cambio de orgullo, soberbia, por unas monedas y placeres.

Tu estás entre nosotros como el que sirve y quise que me sirvieras, ser más grande, sin comportarme como el menor, y gobernar, sin ser servidor.

Desprecié la realeza que nos conferiste de ser Hijos del Padre Nuestro.

Estaba dispuesto a ir contigo a donde fuera y te negué

No te reconocí entre los malechores y los pecadores.

No te invoque en oración ante la tentación.

«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

En la angustia y la desesperación hice mi voluntad

Preferí dormir que orar, para no caer en la tentación».

Te entregue a cambio de un beso.

Use la violencia olvidando tu voluntad

Te traté como ladrón de mi tiempo y mi vida.

Te niego tantas veces: “no te conozco”, “no soy tu seguidor”, “No siento Amor”.

Para creerte, te pido que hagas mi voluntad.

Si me respondes, no te creo que eres el Hijo de Dios

Eres Rey de reyes y te ordeno como mi si fueras mi Sirviente.

Si tu enseñanza va contra mi juicio, te expulso de mi conciencia

Dejo que las leyes y gobernantes guíen mi fe sobre ti

Si no me respondes te desprecio y pongo en ridículo

Actúo huyendo de mis temores y no para acercarme a tu Amor

Oh Mis Señor me rehúso a abrazar mi cruz y tu la cargas conmigo.

Me lamento de mi dolor humano y no reconozco tu Dolor Divino por que no compartimos tu Amor.

Me escandalizo que estés con malhechores

«Padre, perdónanos, porque no sabemos lo que hacemos».

Preferimos las vestiduras que mirar tu Espíritu Santo

Continuamos ofendiendo tu amor burlándonos de tu misericordia

No atendemos tu sufrimiento, ni tememos contrariarte.

Tú, con nosotros sufres la misma pena.

«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».

Y al reconocerte y pedir tu misericordia tu nos dices «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»

¿Qué hemos hecho con tu Amor?

Vienes a nuestra vida ¿Como te recibo?

Perdón Señor, por no aceptar y entregar tu Amor entre Nosotros, con mi familia, mis vecinos, la gente que pones en mi camino día a día.

En la verdad soy libre

Señor necesito escucharte y alzarme sobre el ruido:

Concentrarme en el silencio profundo, sin distraerme, preocuparme o pensar que hay algo más importante que estar contigo. Quiero sentir tu presencia en lo más intimo de mi ser, como río de agua viva que corre en mi espíritu para alimentar mi vida.

  • Dios mío. Necesito Escucharte.
  • Quiero darme cuenta cuando trates de decirme algo
  • Quiero darme cuenta de tu consejo y tu corrección
  • Líbrame de mis preocupaciones, para estar atento a tu presencia de amor

Hoy quiero abrazar tu amor en mi cruz, al liberarme con el perdón de todos aquellos errores que cometí, que te ofenden al lastimar tu creación y a mi prójimo como a mi mismo. Pues todos somos uno en tu creación.

Pasión de Nuestro Señor según San Lucas

(22,14-71.23,1-56)

Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:

«He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios».

Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes.

Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios».

Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».

Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.

La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí.

Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!».

Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.

Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.

Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores.

Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor.

Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.

Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.

Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí.

Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo,

pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos».

«Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte».

Pero Jesús replicó: «Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces».

Después les dijo: «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?».

«Nada», respondieron. El agregó: «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.

Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí».

«Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas». El les respondió: «Basta».

En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.

Cuando llegaron, les dijo: «Oren, para no caer en la tentación».

Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:

«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.

En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.

Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.

Jesús les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación».

Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.

Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».

Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: «Señor, ¿usamos la espada?».

Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.

Pero Jesús dijo: «Dejen, ya está». Y tocándole la oreja, lo curó.

Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: «¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?

Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas».

Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.

Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.

Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: «Este también estaba con él».

Pedro lo negó, diciendo: «Mujer, no lo conozco».

Poco después, otro lo vio y dijo: «Tú también eres uno de aquellos». Pero Pedro respondió: «No, hombre, no lo soy».

Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: «No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo».

«Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices». En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo.

El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».

Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le decían: «Profetiza, ¿quién te golpeó?».

Y proferían contra él toda clase de insultos.

Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal

y le dijeron: «Dinos si eres el Mesías». El les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán.

Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso».

Todos preguntaron: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy».

Ellos dijeron: «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca».

Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.

Y comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías».

Pilato lo interrogó, diciendo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». «Tú lo dices», le respondió Jesús.

Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena».

Pero ellos insistían: «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí».

Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.

Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.

Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia.

Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.

Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.

Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.

Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.

Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad».

Pero la multitud comenzó a gritar: «¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!».

A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús.

Pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!».

Por tercera vez les dijo: «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad».

Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.

Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo.

Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.

Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.

Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.

Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!

Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos!

Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?».

Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.

Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.

El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!».

También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!».

Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos».

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?

Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo».

Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».

El le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.

El velo del Templo se rasgó por el medio.

Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.

Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo».

Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.

Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.

Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.

Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.

Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado.

Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado.

Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

Oración por el Amor de cada día.

Señor, mi Dios, gracias por el regalo de tu Amor de este día. Recibo tu palabra que es el Amor.

Hoy me entregas la semilla del Amor, como cada día. Ayúdame a escuché tu presencia. Ayúdame a dejar de ignorarte. Tú me estás hablando en cada día, en cada instante, en cada circunstancia, en mi prójimo y en mí. Sigue leyendo «Oración por el Amor de cada día.»

5 formas de Hacer el Amor

No somos un cuerpo, somos espíritu de Amor. Para  encarnar el Amor en nosotros, tenemos instrumentos para transformar la adversidad y el conflicto, para unir lo que se mira separado, para que todos seamos uno: nuestra mente, nuestras emociones, nuestro cuerpo, nuestra imaginación, a quienes nos rodean y el universo que nos abraza. Sigue leyendo «5 formas de Hacer el Amor»