¿Qué es lo que buscas?

Hoy le pediré a Cristo resucitado que me permita descubrirlo
  • Cuando acercas tus pensamientos a Dios y haces una oración. ¿Que buscas? ¿Certeza? ¿Paz? ¿Un día sin muerte?

Señor, te pido la certeza, da seguridad a mi mente con ello podría tener sentido cada paso de mi camino. Dame la paz y así descubrir la fortaleza para enfrentar las contrariedades y compartir las bendiciones. Dame Señor, un día sin muerte. Que reconozca que mi espíritu está en tu Espíritu de Señor Dios. Dame un día sin muerte, de Amor pleno y permanente.

Dios eres Amor y tu Amor vence a la muerte. Cuando voy a Misa que es lo que encuentro ¿Certeza? ¿Paz? ¿Un día sin muerte?

Ayúdame cuando sea el anuncio de las lecturas a descubrir la certeza, escuchar con el espíritu abierto y traspasar mis dudas.

Enséñame en el ofertorio del pan a entregar mi trabajo y con el vino entregar mi sufrimientos, mis contrariedades, rencores y resentimientos, todo aquello que ha secuestrado mi paz. Señor, recibe mis ofrendas y transfórmarlas. Quiero entregarme como ofrenda viva: Mi cuerpo y mi sangre, mi trabajo y mi dolor para resucitar en ti Señor

Ten misericordia y permite que en la consagración contemple como resucita tu Amor para mi. De la muerte del grano y el fermento de la uva resurge el Amor. Que mi cuerpo y mi espíritu reconozcan este día.

Si tu quieres: sáname Señor. Vence la muerte de mi cuerpo sepultado en vicio y debilidades.

Señor mío y Dios Mío, despójame del manto de muerte de mis juicios que condenan y oscurecen el pensamiento.

Creo Señor pero ayuda a mi incredulidad. Mueve la piedra del sepulcro de mis rencores y resentimientos.

Que seamos uno, como Tú lo eres en Padre, en el Hijo con el Espíritu Santo. Eternamente presentes en un día sin muerte.

Todo esto te lo pedimos, Señor nuestro, en el nombre de Jesucristo tu hijo, nuestro Señor, que con el Padre Nuestro y el Espíritu Santo son un mismo Dios, un mismo Señor. Amen

Miro el anuncio de tu presencia según San Juan (17,11b-19.)

Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:

«Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.

Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.

Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.

Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.

Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.

Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.

Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.»

Lee el comentario del Evangelio que hace San Agustín (354-430)

  • Obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia en sus Sermones sobre san Juan, nº 107

«Digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida»

Habiendo dicho a su Padre: «Desde ahora ya no voy a estar en el mundo…; mientras yo voy a ti» (Jn 17,11), nuestro Señor recomienda a su Padre aquellos que van a estar privados de su presencia física: «Padre santo: guárdalos en tu nombre a los que me has dado». En cuanto hombre Jesús pide a Dios por los discípulos que de Dios mismo ha recibido. Pero, atención a lo que sigue: «Para que sean uno como nosotros». No dice: Para que sean uno con nosotros, o: Para que no seamos, ellos y nosotros, más que una sola cosa, como nosotros somos uno, sino: «Para que sean uno como nosotros». Que sean uno en su naturaleza, tal como nosotros somos uno en la nuestra. Estas palabras, para ser verdaderas, exigen que Jesús haya hablado primero de forma que se comprenda que él tiene la misma naturaleza divina que su Padre, tal como lo dice en otro lugar: «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30). Según su naturaleza humana, él había dicho: «El Padre es más que yo» (Jn 14,28), pero como que en él Dios y el hombre no son más que una sola y la misma persona, comprendemos que es hombre porque ora, y comprendemos que es Dios porque es uno con aquel a quien ora…

«Y ahora voy a ti y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida». Aún no había dejado el mundo, estaba todavía en él, pero puesto que muy pronto iba a dejarlo, es, por así decir, como si ya no estuviera en él. Pero ¿cuál es esta alegría que quiere que sus discípulos tengan cumplida? Lo ha explicado ya más arriba, cuando dice: «Para que sean uno como nosotros». Esta alegría que es la suya y que les ha dado, les predice su cumplimiento perfecto, y es por ello que habla de ella «en el mundo». Esta alegría, es la paz y la felicidad del mundo venidero; para obtenerlas es preciso vivir en este mundo de acá en la moderación, la justicia y la piedad.

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