
Mandarinada
Sábado a las 12, rezamos el Ángeluz y comenzamos la meditación vivencial con la jaculatoria: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”, leimos y comentamos brevemente el del evangelio del día(pues en ese sería el texto guía del día)… Abrazmos algunos y otros sólo miraron los ojos del Niño Dios en el portal recostado era una invitación a ir a la profundidad acompañados del verbo que se hizo carne y que habito entre nosotros, de la aceptación de la Santísima Virgen María para recibir la voluntad y hacerla vida. La semilla del Espíritu Santo se hacía hombre para que nosotros alcanzáramos la divinidad de Dios.
Fue el tiempo de ir por el larguero con la canasta para cosechar mandarinas de lo alto, incluso por una escalera para ir más allá de nuestra estatura. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”. Con lo alto logramos lo alto, con ayuda alcanzamos lo que parece distante. Todo estaba hecho, algunos frutos estaban al punto de dulzura, algunos ya habían sido saboreados por los pájaros y murciélagos fruteros. Los pájaros, ni siembran y sin amargo el Padre les da de comer. Sólo dejaron la cáscara con impecable limpieza, sin desgarrar ni desperdiciar, ni crear basura.. EL árbol trabaja para la semilla y no para el fruto, que manera tan extraordinaria de esparcir volando las semillas, cuanta labor de abejas, del árbol, la tierra, la lluvia, el sol, el viento, para entregar frutos que se multiplicarán.. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
Del árbol a la labor de preparación de “mandarinada”, dividir el fruto y separar semilla, bagazo y cáscara., todo para responde a u propósito, todo es útil si encontramos el lugar que le corresponde. El bagazo con el jugo al perol, la semilla a la tierra, la cáscara a macerarse para lograr el alcohol de mandarina. La fruta fuera de forma a la composta que servirá de alimento orgánico. Nosotros transformábamos la creación con libertad, sabiendo que Dios estaba con nosotros y que expresa su amor de tantas formas incluso enviándonos la paz para disernir el camino de la transformación. De tierra y temporal a árbol y fruto con dulzura, de dulzura. En nosotros está agregar el aditivo para que la transformación perdure, de otra forma llegarán los hongos y otras bacterias y lo harán por nosotros. Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
El fuego une los ingredientes que Dios a dispuesto y que nos permite crear una nueva propuesta de la naturaleza con nuestra receta, si respetamos las reglas que la vida tiene, los ordenamientos de las leyes naturales. Así hirvió por horas y se reordenó todo esperando la fusión final con el alcohol de mandarina. El fuego le da templanza al sabor, a la vida que acabábamos de reunir. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
El alcohol de mandarina fue preparado desde hace semanas, no toda transformación viene del fuego también del tiempo y de cómo se comparten los presentes durante semanas o el tiempo que sea necesario. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
Pero todo el esfuerzo sería vano si no tuviera un fin y se completara con el envasado de todo el trabajo. El fin, es el principio de la nueva etapa, para eso nos hemos reunido. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”. Así envazamos y etiquetamos, aquello que no alcanzó el punto tendrá que purgarse hasta que logre el objetivo- Que poco hicimos y cuanto hace Dios por nosotros, Por eso, no cabe duda que tenemos “mandarinada”, ponche-licor elaborado en las huertas del paraíso de Morelos, Coatlán del Rio, sobre todo, gracias a Dios. “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”
Nosotros sólo pusimos nuestro trabajo y buena voluntad, es lo que les ofrecemos, nuevamente Gracias a Dios.
Por cierto, se vende «mandarinada»:
Hagan sus pedidos, porque son productos de temporada con los que nos sotenemos. Además tenemos ponche negro de zapote y mandarina y mermeladas de calabaza con piloncillo, zapote con mandarina y de mandarina.