Anímate con la oración habla con el Padre, el Hijo. Abre con la oración la experiencia del Espíritu Santo en tu espíritu. Para Dios el verbo es carne y habita en nosotros, es palabra viva y eficaz
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de El y clamó, diciendo: Este era del que yo decía: «El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo (Juan 1:14-15)
La oración profunda es más que compartir palabras, es encarnar la palabra que está en en el corazón de nuestro espíritu. La oración se descubre en la acción. De tal manera no es lo mismo decir «te amo» que amar. Te perdono que perdonar. Estoy en paz que entregar la paz. Dios se manifiesta en acciones su palabra se hizo carne y habita entre nosotros. En nosotros está encarnar esa palabra en el mundo. Aceptar que somos expresión de su amor y amar a nuestro prójimo y a nosotros como el nos ama.
Lleva al mundo, al prójimo que Dios a puesto a tu lado, la buena noticia:
- Descubran que tiene el Amor
- Muéstrales que en ustedes está el gozo
- Comparte la paz para que se extienda.
- Se amable, la amabilidad es la caricia de Dios en nosotros
- Entrega la paciencia porque estás seguro de que el Señor hará su voluntad.
- Recibe y entrega el autocontrol cuando descubras la debilidad que te esclaviza, confunde o violenta la vida.
- Comparte la fidelidad manteniendo el rumbo de tu decisión.
- Se bondad que descubre la bondad en el mundo.
- Abraza con la mansedumbre para encarnar los brazos del Cordero de Dios que resucita en tí.
La oración es el puente de tu espíritu que anima tu conciencia con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son trino, uno y providencia.
Nuestra alma es el puente donde la presencia del Espíritu Santo nos muestra al Padre en el Hijo. Así, experimentamos la divinidad del Padre. Nos pone en contacto con Cristo y nos permite encontrar a Cristo con nosotros y a Cristo como camino al Padre.
El resonar de la oración es dar las palabras de la buena noticia. ¿Como puedes tu orar, enojado con tu hermano? ¿qué buena noticia tienes en tu vida? Por eso cada vez que reconozcas un pensamiento que separa, confunde, juzga, condena o te hace perder los frutos del Espíritu Santo, extiende el puente de la oración y lleva tu contradicción a la presencia del Señor a su misericordia. Esa es una buena noticia a llevar al mundo.
En la oración deja que Cristo te lleve: Pisa firme en el camino, sostente en la verdad y dale vida a la vida. Cada mañana saludalo, en cada paso invitalo, en cada alimento llamalo a que lo bendiga, ante el adversario reconoce que quien a Dios reconoce no tiene que temer. Ten misericordia con el doliente y niégate a ti mismo para que Dios se manifieste. Eres su Amor encarnado, Dios te bendice, acúnate en sus brazos y descansa invocándolo.
El Espíritu Santo es el soplo divino que anima nuestra vida, es acción del Verbo, traductor de la sabiduría y el Amor de Dios Padre y del Hijo en la profundidad de nuestros corazones. Por el Espíritu Santo desciende el Amor de Dios sobre nuestra conciencia para encarnarse en nosotros. Al aceptarlo hacemos humano el Amor de Dios. Cuando dejamos crecer el Espíritu Santo en nuestros corazones, disfrutamos de sus frutos: Amor, gozo, paz, amabilidad, paciencia, autocontrol, fidelidad, bondad o la mansedumbre. Frutos que buscamos en el mundo y que están presentes en nuestro espíritu. Los reconoceremos con la oración
Esa es la oración que describe Pablo en sus cartas, la que comparte Pedro, la que anima a Francisco, que sostiene a Santa Teresa y la que encarnaron tanto santos. Por la gracia de la Santísima Virgen María que encarnó el verbo divino. Sigue orando con tu vida y recibe a Dios con nosotros.