Alma mía deja de aislarte y vivir encerrada en tu pequeño mundo y ábrele la puerta al Señor. Deja que esté en tu conciencia la presencia de Dios y pídele que te responda en tu conciencia: “¿Señor, quien dices que soy? Al abrir el cerrojo de tu conciencia descubrirás la presencia vivificadora de Dios en tu espíritu y en las pieles que te rodean y sostienen: tu cuerpo, el hogar, tu prójimo, la vecindad donde convives, el camino donde te transportas, el lugar donde trabajas, donde estudias, la ciudad donde estás, el país que vives, el planeta que te sostiene, el universo que te abraza. Alma mía deja de aislarte del Señor. Mírate en Él, siempre está contigo, aun en las perversidades, siempre te impulsa y abraza con amor y misericordia.
Alma mía ¿Por qué te molestas cuando tu prójimo cae en tentación o en algún error del temor, cuando te expresa ofensas? Qué diferente visión tendrías si le descubrieras a tu conciencia la presencia vivificadora de Dios en tu prójimo, que le dieras la buena noticia de que también su vida se sostiene en el amor y recibe el abrazo universal de la vida del Señor. Alma mía, antes que ofenderte o juzgar, salva tu visión de tu prójimo, sálvalo y muéstrale el Amor que alienta también tu espíritu.
Mira a Jesús que ha llegado a la puerta de tu conciencia ¿reconoces quién es? Ha llegado a ayudarte a sanar de los juicios de separación y egoísmo esa enfermedad de la conciencia que te condena a muerte, cuando tú condenas al mundo. Ha llegado a salvar tu espíritu limpiando la conciencia de pecados y errores, curándola de rencores, resentimientos y temores que ocultan el amor.
Alma mía, respóndele a Jesús que te pregunta ¿quién dicen que soy yo? No sea que tu conciencia lo mire como un extraño, como un sirviente, como un amo castigador, como un extranjero en su propia tierra. Alma mía mira a Jesús en ti ¿Quién dices tú que es Jesús? Antes que buscarlo en libros y palabras mira la respuesta en tu corazón pues tu conciencia conoce la verdad. Alma mía, responde a la pregunta de Jesús ¿quién dicen que soy yo? dándole llave de tu voluntad.
Deja que Jesús habite en tu conciencia, que esté presente siempre. Ábrele la puerta al Amor de Padre que te dio la vida con su amor y así recordarás que eres espíritu de Amor a imagen y semejanza, pues el Señor es tu origen camino y destino. Deja que el Señor Dios, te ayude a recordar que eres vida del Señor. Agradece el regalo de vivir. Enséñate a caminar más lentamente por la vida, a vivir en quietud disfrutando los placeres de amor creados para la conciencia. Alma mía toma de la mano a Dios que, con el Espíritu Santo, te muestran la belleza y paz de ser espíritu de creación en la belleza y paz que te rodea: paz lo mismo en las montañas que en la tranquilidad de los lagos. Belleza en ti y tu prójimo lo mismo que en la fragilidad del pétalo de una flor. Alma mía recuerda que tú, el prójimo y el universo que te cobija vienen del Altísimo y está impulsándote desde tu profundidad para que bendigas en su nombre.
Alma mía respóndele a Jesús ¿quién dices que soy yo? Y ayuda a la multitud a responderle ¿Quién dice la multitud que soy yo? Alma mía en tu bautizo recibiste el carácter de ser uno en Cristo, ser cuerpo místico, de bendecir el agua, la comida, al universo, a tu prójimo y las ofensas. Abre la puerta de tu conciencia a Jesús y pregúntale ¿Señor, quién dices que soy yo?
Por el misterio de la presencia de Cristo en el sacramento de tu bautizo te adopta como hijo del altísimo y tienes tu nombre escrito en su cuerpo. Alma mía, adopta al Señor como Padre nuestro; que tu nombre te recuerde que eres espíritu con el misterio Cristo, presente en la tierra para entrar al cielo con tu prójimo.
Alma mía, levanta tu voz en profunda oración al Padre Nuestro (origen y destino) agradece que te unes a su amor, compártele tu vida, rinde tus debilidades y ofensas a su perdón y misericordia. Pídele en nombre de Jesucristo su hijo (camino, verdad y vida) que descubra a tu conciencia el amor del Señor., escucha a su Espíritu Santo (consuelo, guía y fortaleza). Son un sólo Dios, un sólo Señor, por los siglos de los siglos. Contémplate en su presencia pues siempre viene a tu encuentro.
La Palabra de Dios
Lucas 9:18-22
Estando Él una vez orando a solas, se le acercaron los discípulos y Él los interrogó: “¿Quién dice la multitud que soy yo?” Contestaron: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de los antiguos”. Les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Respondió Pedro: “Tú eres el Mesías de Dios”. Él les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Y añadió: “Este Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.