Margarita María: «Habéis de mostraros mansos en llevar con paciencia los desabrimientos, genialidades y molestias del prójimo, sin desazonarnos por las contrariedades que os ocasionen; al contrario, hacedle de buen grado los servicios que podáis, porque éste es el modo de granjear la amistad y gracia del Sagrado Corazón de Jesús».
«Buscar ocasión de contentarle con el ejercicio de la santa caridad, sintiendo y hablando bien de vuestros prójimos, asistiendo a los pobres cuando podáis, espiritual o corporalmente, mirando a Jesucristo en persona de ellos, y no haciéndoles cosa que no quisiéramos que con nosotros se hiciese».
«Tened con todos paciencia, para merecer que todos en particular los pobres, acudan a vosotros en sus necesidades. Tened a todo el mundo por amigo y a nadie por enemigo, en cuanto según Dios sea posible».
«Yo te amo corazón amabilísimo, como a mi soberano Bien, mi dicha, mi alegría y el único digno del amor de todos los corazones. «
«Cuando te levantes, entra en el Sagrado Corazón de Jesús y conságrale tu cuerpo, tu alma, tu corazón y tu ser por completo, para solamente vivir por su amor y gloria. «
Sagrado Corazón, modelo de paciencia
Acto de Contrición
¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estás vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndonos perdón de nuestra culpa e implorando vuestra misericordia. Nos pesa ¡oh buen Jesús! de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestros pobre corazón. Amén.
I ¿DESEAS, corazón mío, conocer a fondo la inagotable paciencia del Corazón de Jesús? Mírale cómo se dignó manifestarse a su devota Santa Margarita, herido por la lanza, coronado de espinas, clavado en el centro de la cruz. He aquí las insignias del Sagrado Corazón, he aquí su escudo de armas.
Se Diría que para eso sólo vino al mundo, para padecer.
¿Y qué padece? Dolores crudelísimos así en el cuerpo como en el alma. En el cuerpo pobreza, persecución, azotes, bofetadas, espinas, cruz. En el alma perfidias, ingratitud, tristezas, agonías, abandono de los suyos. Tal es la amarga historia de su vida pasible y mortal. ¿Y cómo padece? Callando, sin soltar la menor queja, sin mostrar iracundo el rostro, sin manifestarse cansado por tanto sufrir. Aun hoy en este Santísimo Sacramento, si pudiera padecer, no sería el sagrario para Él un trono de gloria, sino un Calvario de nuevos e ignorados dolores. Mira si no cómo le tratan los hombres. ¡Con qué odios le blasfeman unos! ¡Con qué desprecio le miran otros! ¡Con qué frialdad y negligencia la mayoría! ¡Con qué tibieza los mismos que se dicen amigos suyos! ¡Cuán pocos con verdadero amor! ¡Pobre Jesús mío, tan sufrido y tan paciente! Enséñale a mi enfermo corazón el secreto de esta heroica paciencia.
Medítese unos minutos.
II ¡Cuánto me confunde, oh buen Jesús, esta consideración! Tú, inocente, no te cansas de padecer por mí; yo criminal, ni un instante me dispongo a padecer por Ti. Se me hace insoportable cualquier pequeña aflicción; la menor de tus espinas, acaba con mi escasa paciencia. Y no obstante, Tú quieres que padezca, y hasta me lo aconseja mi propio interés. Me has colocado en este valle de lágrimas, donde desde la cuna hasta la sepultura, me acompaña la tribulación. Quiera o no quiera el hombre, es éste su patrimonio. La salud, la fortuna, las inclemencias del tiempo, la rareza de nuestro carácter, son para nosotros fuentes permanentes de desazones y desabrimientos. Es necesario sufrir, he aquí la sentencia que desde el nacer traemos escrita sobre la frente. Sufrir, pues, con paciencia, como Vos, es el único modo de hacer suave y llevadera esta necesidad. ¡Ah! Sufriré, Dios mío, sufriré contigo y por Ti, y como Tú quieras y hasta donde Tú quieras. Contemplaré tu Corazón herido y coronado de espinas, para alentarme más a sufrir con paciencia las mías.
Alzaré los ojos a ese cielo que ha de ser mi recompensa, para no desfallecer en los presentes combates. Tú lo has dicho, y está escrito: ¡Sólo se va a él por el camino de la cruz! ¡Feliz quien la abrace contigo en esta vida, para recoger contigo sus dulces frutos en la eternidad!
Medítese y pídase la gracia particular.
PADRE NUESTRO, AVE MARÍA Y GLORIA (TRES VECES)