El gozo de la fe esta en cosechar y transformar para descubrir el Amor

Hoy Me saludaré al espejo deseándome buenos días

Del Retiro del sábado 2 de octubre, en Coatlán del Río, nos propusimos, en meditación vivencial dos labores: Arreglar la huerta y hacer Licor de limón.

El fruto de Arreglar la huerta:

La fe es como un grano de mostaza. Con fe un hombre que sembró una huerta, pensó muy bien lo que necesita cada árbol de agua y tierra , darles su espacio, pues cuando llegue el tiempo de florear y dar frutos necesitarían del sol que los alimenta, tanto como el agua y la tierra.

Con fe tuvo paciencia y se esmeró durante años para que los árboles dieran frutos, «hizo lo que tenía que hacer» y el Señor fue misericordioso y colgó de los árboles una gran cantidad de frutos.

La fe le rebeló una nueva huerta ahora aquel hombre miraba uno de los árboles que se veía hermoso. Cada fruto tenía su propio tiempo de maduración, y Dios no le arrojaba todos los frutos a un tiempo. Se iban madurando uno después que otro, algunos maduraban al mismo tiempo. Aquel hombre que le puso fe a Dios, en los árboles, pensó que era tiempo de descansar pero los frutos comenzaron a caer al suelo y a podrirse. El hombre fue tentado en la fe por el enemigo y pensó que era menos trabajo cuando los árboles simplemente crecían y él tenía la esperanza de la abundancia de la huerta, con la bendición de Dios.

Frente a la huerta le pidió a Dios que aumentara su fe y esperanza y entonces decidió arreglar la huerta.  Comenzó por la maleza cortar, barrer y acumularla, para hacer fertilizante, a pesar de manos con ampollas y piquetes de mosquitos hambrientos. No había tiempo para descansar.

Los frutos que estaban en el suelo, Dios los aprovechaba, convirtiéndolo en alimento de hormigas y maternidad para toda clase de moscos y mosquitas. La desidia y los bichos ya habían comenzado comenzado a consumir aquellos frutales que con tanta fe y esperanza había buscado aquel hombre. Pasó por ahí una señora con 5 hijos y al ver aquella triste imagen del huerto, le pidió al hombre afanando en arreglarlo que si le regalaba algunos frutos para sus hijos. Entonces el hombre sintió el gozo de descubrir la caridad. Pero eran demasiados los frutos y no podría regalarlos tan rápidamente, así es que se puso pidió nuevamente que le aumentaran la fe y en secreto comenzó a meditar buscando la respuesta de Dios en su corazón para descubrir como conservar lo mejor de esos frutos para compartirlos con los demás y continuar el gozo de la caridad. Estudió y preguntó y así descubrió que podía hacer jugo, pulpa, mermelada, jalea, licor y hasta vinagre.

Así intentó hacer con los limones un licor.

PD: Pensemos, al pedirle a Dios: “auméntanos la Fe», que los frutos de la fe también se van perdiendo y se reabsorben, si no se cuidan y se les comparte con caridad. Pidámosle a Dios: Aumentanos la fé, así encontraremos la Caridad. Caridad y amor es la misma palabra.  El gozo de la fe esta cosechar y transformarlos para descubrir el amor compartiendo la abundancia de Dios con el prójimo.

Si Dios te da limones has limonada

El fruto de la segunda tarea del día: “Licor de limón”.

Al final del evangelio, dice “Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Recogimos limones que estaban maduros, los partimos y cocinamos en un caldo con hojas, lo dejamos pacientemente hervir durante horas sobre un anafre, lo cernimos con manta fina, una parte se fue a la mezcla directa con el azúcar hasta ser mermelada y la otra la mezclamos con azúcar y una bebida alcohólica hasta lograr un delicioso licor de limón.

El gozo de mirar los frutos mezclándose con esperanza, con la fuerza del fuego y la paciencia de la oración, nos regaló un nuevo fruto de la fe, que habíamos creado, transformando la faz del limón, con la ayuda de la creación de Dios y del trabajo de muchos prójimos. Nuevamente supimos que la huerta de nuestra vida, no sólo requiere atención sino caridad para compartir sus frutos y crear con el creador en el amor. “Sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”.