Oración sobre el amor en la familia
- Oración desde la exhortación sobre el amor en la familia del Papa Francisco
Señor, tu eres la alegría del amor que se vive en la familia. Eres el júbilo de la Iglesia. Ninguna señal de crisis te aleja del matrimonio, «el deseo de familia permanece vivo. Eres el Espíritu joven que motiva a vivir en la familia la buena noticia
Siéntate a la mesa de mi hogar y mira a nuestra familia, míranos en este mundo actual, con luz débil sobre la importancia del matrimonio y la familia. Estamos temerosos de profundizar con libertad la doctrina, la moral y la espiritualidad. Te pido que las reflexión de pastores y teólogos, sea fiel a la familia que formamos en ti. Que sea honesta, realista y creativa para ayudarnos a mirarnos en ti con claridad. Sabes Señor cuantas explicaciones nos dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, muchas van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación. Otras tienen la actitud de pretender resolver todo aplicando con normas generales o conclusiones de reflexiones teológicas, Tantas veces descubrimos que no sabemos escuchar tu palabra, seguir tu consejo, tomarte de la mano y caminar contigo en familia, pues tu eres el Padre Nuestro, Encarnado en nosotros bendiciendo el vientre de la Santísima Virgen María y con ella a la humanidad. Tu eres el Espíritu Santo que nos une como familia.
Mira Señor esta tu familia. Teólogos y pastores creen que estamos esperando a que nos comuniquen las intervenciones magisteriales para resolverán los conflictos de día a día. Nos ayuda tener una unidad de doctrina. Pero antes que nada te necesitamos a ti, que tu Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13). Saberte presente en la familia, en el misterio de Cristo, y podamos ver todo con tu mirada. Enséñanos a orar, a escucharte tu conoces cada país o región, cada cultura y tradiciones. Estás presente en los desafíos del lugar, de esta familia.
Gracias Señor por unir a nuestros hermanos obispos para contemplen la belleza, la luz y los problemas de familia de cualquier parte del mundo en toda su amplitud. Se que platicaron contigo y entre ellos, en familia, ponían en la mesa muchas legítimas preocupaciones y preguntas honestas y sinceras. El Papa Francisco recogió los aportes de esos dos recientes diálogos contigo sobre la familia y le exhortó otras orientaciones para la reflexión y el diálogo que alienta, estimula y ayuda a las familias en su entrega y en sus dificultades. Enséñanos a dialogar en familia Señor.
Jesús, en ti confío. Gracias por tu Misericordia, Quiero leer contigo esta Exhortación del Papa. Es una guía de oración contigo pues sé que el Amor de tu Espíritu Santo nos dará la luz, consuelo y ánimo para vencer las adversidades que encontramos en esta familia que quiere seguirte y ser llamada cristiana. Señor, enséñanos a valorar los dones del matrimonio y de la familia, a sosteneros en Tu Amor: fuerte y lleno de generosidad, compromiso, fidelidad, gozo, paz, autodominio y paciencia. Se nuestro aliento con tu misericordia y cercanía en la vida familiar. Tú lo sabes todo y al dejar de sentir tu presencia, no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo. Ven Señor Jesús.
Tenemos necesidad de ti Señor y el Papa nos enseña un método: Para dialogar contigo, comencemos por leer las Sagradas Escrituras, así estaremos más cerca de entonarnos contigo. De considerar la situación de la familia con los pies en la tierra. Después respondamos ¿quien dice la gente que somos como matrimonio o familia? ¿Quien decimos que somos nosotros? ¿Quien dice Cristo que somos como matrimonio y familia? Si el Amor es nuestro eje central, entonces tu eres nuestro camino, verdad y vida como familia, pues tu eres Amor. Somos tu familia caminando y nos extraviamos como ovejas y tememos el valle de la muerte y las cañadas oscuras siguiendo el plan de que tienes para nosotros, para criar a los hijos, para criarnos como hijos. Con tu Misericordia nos encontraremos unidos en una sola familia en ti mi Señor. Que te compartes vivo y pleno en los Sacramentos que entregas para que los distribuyan obispos y sacerdotes, como en la multiplicación de los panes. Señor a pesar de nuestros pecados que nos oscurecen tu gracia plena, Tu vienes como buen pastor y tocas con tu Espíritu Santo la puerta de nuestro espiritualidad familiar para levantarnos d nuestras caídas, curar nuestras heridas y fortalecer nuestra debilidad, ayúdanos a recibir tu Espíritu en nuestro espíritu
Gracias Señor por estar en nuestro hogar y mirarnos en ti, queremos mirate en nosotros dando de 10 a 20 minutos para hacer la oración de la familia, en tus manos, leyendo el evangelio del día, bendiciendo con tu bendición la comida, a la familia, los amigos y enemigos, los difuntos y los dolientes. Descansando en el rosario. Es tiempo de darte tu tiempo y tu lugar en nuestra conciencia, de escuchar en nuestro espíritu tu Espíritu Santo. Y cultivar y heredar los frutos del Amor en la familias, porque no somos un problema, somos tu expresión de Amor, somos semillas encarnadas para dar frutos de tu Amor Que gran oportunidad es la familia para amarte y poner pie firme en tu Amor y así amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Todo esto te lo pedimos en nombre de Jesucristo.
Amén
Conocer Más
Oración desde la exhortación apostólica postsinodal “Amoris Laetitia” del Santo Padre Francisco sobre el amor en la familia
La alegría del amor
1. La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia. Como han indicado los Padres sinodales, a pesar de las numerosas señales de crisis del matrimonio, «el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes, y esto motiva a la Iglesia»[1]. Como respuesta a ese anhelo «el anuncio cristiano relativo a la familia es verdaderamente una buena noticia»[2].
2. El camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación de las familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y la familia. Al mismo tiempo, la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Iglesia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad. Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, a la actitud de pretender resolver todo aplicando normativas generales o derivando conclusiones excesivas de algunas reflexiones teológicas.
3. Recordando que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13), es decir, cuando nos introduzca perfectamente en el misterio de Cristo y podamos ver todo con su mirada. Además, en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas, atentas a las tradiciones y a los desafíos locales, porque «las culturas son muy diferentes entre sí y todo principio general [...] necesita ser inculturado si quiere ser observado y aplicado»[3].
4. De cualquier manera, debo decir que el camino sinodal ha contenido una gran belleza y ha brindado mucha luz. Agradezco tantos aportes que me han ayudado a contemplar los problemas de las familias del mundo en toda su amplitud. El conjunto de las intervenciones de los Padres, que escuché con constante atención, me ha parecido un precioso poliedro, conformado por muchas legítimas preocupaciones y por preguntas honestas y sinceras. Por ello consideré adecuado redactar una Exhortación apostólica postsinodal que recoja los aportes de los dos recientes Sínodos sobre la familia, agregando otras consideraciones que puedan orientar la reflexión, el diálogo o la praxis pastoral y, a la vez, ofrezcan aliento, estímulo y ayuda a las familias en su entrega y en sus dificultades.
5. Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque la entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo.
6. En el desarrollo del texto, comenzaré con una apertura inspirada en las Sagradas Escrituras, que otorgue un tono adecuado. A partir de allí, consideraré la situación actual de las familias en orden a mantener los pies en la tierra. Después recordaré algunas cuestiones elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados al amor. A continuación destacaré algunos caminos pastorales que nos orienten a construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios, y dedicaré un capítulo a la educación de los hijos. Luego me detendré en una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone, y por último plantearé breves líneas de espiritualidad familiar.
7. Debido a la riqueza de los dos años de reflexión que aportó el camino sinodal, esta Exhortación aborda, con diferentes estilos, muchos y variados temas. Eso explica su inevitable extensión. Por eso no recomiendo una lectura general apresurada. Podrá ser mejor aprovechada, tanto por las familias como por los agentes de pastoral familiar, si la profundizan pacientemente parte por parte o si buscan en ella lo que puedan necesitar en cada circunstancia concreta. Es probable, por ejemplo, que los matrimonios se identifiquen más con los capítulos cuarto y quinto, que los agentes de pastoral tengan especial interés en el capítulo sexto, y que todos se vean muy interpelados por el capítulo octavo. Espero que cada uno, a través de la lectura, se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias, porque ellas «no son un problema, son principalmente una oportunidad»[4].
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