Alma mía cuando me hablas de la voluntad de Dios, de pronto no sé qué pensar de su voluntad y misericordia. Cuantas veces le hago una petición acompañada de oraciones apresuradas que más bien parecen limosna de mi boca y mente a cambio del favor que le solicito al Señor. Alma mía, mi necesidad parece justificar el maltrato a Dios.
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