Orar es conversar con Dios personalmente, es comunión con ÉL, comunión para la cual fuimos creados. Orar es dar gracias, pedir, pero con nuestras propias palabras como cuando hablamos con un gran amigo y le platicamos.
Dios es magnífico, es grande, y absolutamente soberano, por lo que debemos orar de acuerdo con la voluntad de Dios, y su respuesta debemos de aceptarla.





Señor, el sabor amargo del enojo me quita el dulce sabor de la vida. Es como niebla densa que cubre el bosque y el cielo. En la ira miro lo que no está. Quiero vencer el enojo para construir mi vida y el camino que transito con piedra, en verdad y vida. Mi enojo es como una tormenta cerrada de arena. 

