Enojado

Hoy desayunaré sólo la lectura de evangelio del día.

Cuando peregrinas en la vida o te retiras es mejor llevar sólo lo necesario. Traer el enojo haca más pesada la carga. Así le ocurrió a una persona que vino a retiro de «un día de campo» que hacemos los sábados..

«Antonio» llegó temprano a Misión de Amor, aquel hombre que cargaba el dolor que le causaban sus constantes enojos en la vida, había decidido retirarse para platicar con él mismo.

Caminó por una vereda entre árboles frondosos y piedras que sobresalían caprichosas formando figuras cubiertas de tierra y vegetación. Imaginaba que encontraría un lugar hermoso para descansar, había escuchado que en esos caminos había uno que llegaba a una cueva, según las leyendas contenía tesoros que resguardaba un demonio, dispuesto a entregarlos si le llevaban el alma de 5 personas.

Los pájaros cantaban de uno en uno y pareciera que las parejas se contestaran a la distancia. El revoloteo y el viento sorprendían al caminante, que poco a poco se comenzó a mirar solo en el camino. Al paso se encontró en una encrucijada, tenía cuatro veredas a su alcance, una sería la de regresar, otra la que subía en la montaña, una más que se dirigía a un bosque frondoso y la última rodeaba la montaña. A la izquierda estaba una vereda que se internaba en un bosque frondoso y fresco y el camino parecía suave al paso. De frente estaba una escarpada subida que mostraba puntiagudas rocas en la vereda. La vereda de la derecha parecía fundirse y desaparecer entre los árboles y por supuesto, la cuarta vereda era regresar. Se molestó de que no hubiera un señalamiento para guiarlo y decidió que podría encontrar el camino hacia un lugar donde descansar y meditar sobre su carga de errores.

La altura del sol señalaba que en seis horas quedarían las estrellas la guía de los caminantes. se dirigió a la izquierda, buscando rastros de personas que hubieran pasado, tal vez ramas quebradas, o huellas de caballos, algunas basuras… sin embargo entre más se adentraba en ese camino, el silencio se iba haciendo más evidente. Pensó en la cueva del diablo y que tal vez la vería de lejos para ubicarla. Sin embargo el temor y la desolación comenzaron a entrar como niebla en su mente. Sentía el llamado de la ambición pero no era tan intenso como el temor que comenzaba a hervir en su pensamientos. Decidió tomar el cuarto camino, es decir regresar. Llegó nuevamente a la encrucijada. Tendría que decidir nuevamente, si tomar la vereda que se fundía suavemente en el bosque, el camino escarpado o regresar. Molesto porque no había logrado el propósito de su andar, decidió continuar por el camino escarpado.

Aquella decisión fue el inicio de una faena dura, pareciera que la brecha más se esmeraba en tratar de lastimar los pies del caminante, doblándole los tobillos. Las piedras se enfrentaban con sus pasos como si quisieran hacerlo tropezar. Por fin llegó a un claro en la parte alta de la montaña, respiró profundamente y descubrió como el viento suave lo abrazaba con frescura. Se sentó y meditó sobre el camino, era ambicioso espiar la cueva del demonio, tal vez podría tener para estar en paz. Pero es bien sabido que el demonio es astuto y mentiroso, un negociante bueno y muy ventajoso, así que cambiar el alma por unas monedas que ni siquiera había visto o poseído podía ser un mal trato.

Si hubiera recorrido la vereda que se fundía en el bosque realmente estaría en un lugar sin ir a ninguna parte, todo sería igual. Si regresaba por la vereda nunca abría llegado a ese lugar hermoso, de todas maneras tendría que regresar, pero ahora lo haría buscando un espacio para estar consigo mismo. Así que tomó el camino arduo y pedregoso. Fue la mejor decisión. Decidió quitar tanta pelea con el camino, así lo disfrutaría. Quería regresar y  llevarse aquella sensación de paz y reflexión que tanto anhelaba. El sol ya se preparaba para esconderse tras el horizonte, regresó, y mientras escuchaba el canto de los pájaros de uno a uno y como se comunicaban a la distancia. Los pies estaban dolidos por la subida, pero ahora encontraban apoyo para descender y llegar al hogar. En el camino se había quedado su inútil enojo que tanto le estorbó en la vida.

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