Guia en Video con el Modo de rezar por los difuntos .

Esta guia en video con el Modo de rezar por los difuntos contiene: los rosarios que se rezan ante el cuerpo del finado durante la velación, en el novenario o en la conmemoración de su nacimiento a la vida eterna con su fallecimiento.

Si no es posible asistir al duelo, conviene hacerlo en familia o dedicar este ruego personalmente. Une tu intercesión al Padre Nuestro con el ruego de nuestra Santísima Madre por el alma de los seres queridos.

Inicia el novenario con esta guia con el Modo de rezar por los difuntos el día siguientes a la exhumación, pero también hazlo para conmemorar este día tan importante en la vida.

Reza por los difuntos

Si descubrieras el alivio del alma que reciben los difuntos con tus oración y el ruego de la Santísima Virgen, día a día rogarías al menos un día a la semana por tus difuntos y las benditas y agradecidas ánimas del purgatorio. Ellas sabrán agradecer tu amor.

La alegría de la Madre es mirar a sus hijos unidos en el Amor y ser consuelo e intercesión por los hermanos. Nuestra Santísima Madre ruega con nosotros al Padre Nuestro, con su Hijo y el Espíritu Santo, ahora y en la hora de la muerte. Al invocarla, en el Santo Rosario, intercede por nuestros difuntos para que alcancen el Descanso eterno y la luz perpetua en el cielo que nos tiene prometido nuestro Señor.Al orar, dialoga y descansa en la Paz y el Gozo de la presencia de nuestro Señor, pues esta presente cuando dos o más se reúnan en su nombre.Para ofrecer este Santo Rosario, deja que el perdón limpie errores, rencores, deudas y separación. Escucha a nuestra Madre del Cielo, nos hizo hermanos en Cristo y nos pide, como en las Bodas de Caná: «..hagan todo lo que Él les mande.» (Jn 2,5)

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Modo de rezar en texto

Señor, por tu dolorosa pasión ten misericordia.

Señor, Si he de proclamar mi fe, mi esperanza y mi Amor en ti, que eres el Padre Nuestro encarnado en Jesucristo por el Espíritu Santo en la Santísima Virgen. También reconozco que me has llamado y me has bautizado para ser tu cuerpo místico me compartes tu reino y reino contigo. Por el Agua de mi bautizo recibo tu sacerdocio en mi sacerdocio y bendigo, en nombre de tu Santa Trinidad, el agua, los alimentos, el día, el lugar y a las personas. Me compartes tu Espíritu Santo y soy profeta que proclama desde mi espíritu tu Espíritu Santo.

Soy expresión de tu Amor y Amor es lo que en verdad puedo dar. Amor es el camino que puedo continuar. Amor es la vida que puedo entregar. Soy uno en ti y en ti somos hijos del Padre Nuestro con el Espíritu Santo. Somos tu Amor para darle Amor a la vida y, como tu, dar la vida por Amor,

Recordad tu Pasión es más que conmover a nuestro corazón con la gratitud por tu sacrificio, es el tiempo de seguir tus pasos, de enfrentar el temor, de aceptar la voluntad del Padre, de abrazar nuestra cruz y resucitar en la vida y seguir como Dios Manda.

Tus pasos son nuestra guía y te confieso mis errores y debilidades, sé mi fortaleza en mi espíritu:

Ignoré tu deseo de unirnos para celebrar y compartir la Pascua en la Santa Misa.

Dejé de reconocer que te entregas en cuerpo, sangre y divinidad para ser nuestro aliado.

Te traicioné a cambio de orgullo, soberbia, por unas monedas y placeres.

Tu estás entre nosotros como el que sirve y quise que me sirvieras, ser más grande, sin comportarme como el menor, y gobernar, sin ser servidor.

Desprecié la realeza que nos conferiste de ser Hijos del Padre Nuestro.

Estaba dispuesto a ir contigo a donde fuera y te negué

No te reconocí entre los malechores y los pecadores.

No te invoque en oración ante la tentación.

«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

En la angustia y la desesperación hice mi voluntad

Preferí dormir que orar, para no caer en la tentación».

Te entregue a cambio de un beso.

Use la violencia olvidando tu voluntad

Te traté como ladrón de mi tiempo y mi vida.

Te niego tantas veces: “no te conozco”, “no soy tu seguidor”, “No siento Amor”.

Para creerte, te pido que hagas mi voluntad.

Si me respondes, no te creo que eres el Hijo de Dios

Eres Rey de reyes y te ordeno como mi si fueras mi Sirviente.

Si tu enseñanza va contra mi juicio, te expulso de mi conciencia

Dejo que las leyes y gobernantes guíen mi fe sobre ti

Si no me respondes te desprecio y pongo en ridículo

Actúo huyendo de mis temores y no para acercarme a tu Amor

Oh Mis Señor me rehúso a abrazar mi cruz y tu la cargas conmigo.

Me lamento de mi dolor humano y no reconozco tu Dolor Divino por que no compartimos tu Amor.

Me escandalizo que estés con malhechores

«Padre, perdónanos, porque no sabemos lo que hacemos».

Preferimos las vestiduras que mirar tu Espíritu Santo

Continuamos ofendiendo tu amor burlándonos de tu misericordia

No atendemos tu sufrimiento, ni tememos contrariarte.

Tú, con nosotros sufres la misma pena.

«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».

Y al reconocerte y pedir tu misericordia tu nos dices «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu»

¿Qué hemos hecho con tu Amor?

Vienes a nuestra vida ¿Como te recibo?

Perdón Señor, por no aceptar y entregar tu Amor entre Nosotros, con mi familia, mis vecinos, la gente que pones en mi camino día a día.

En la verdad soy libre

Señor necesito escucharte y alzarme sobre el ruido:

Concentrarme en el silencio profundo, sin distraerme, preocuparme o pensar que hay algo más importante que estar contigo. Quiero sentir tu presencia en lo más intimo de mi ser, como río de agua viva que corre en mi espíritu para alimentar mi vida.

  • Dios mío. Necesito Escucharte.
  • Quiero darme cuenta cuando trates de decirme algo
  • Quiero darme cuenta de tu consejo y tu corrección
  • Líbrame de mis preocupaciones, para estar atento a tu presencia de amor

Hoy quiero abrazar tu amor en mi cruz, al liberarme con el perdón de todos aquellos errores que cometí, que te ofenden al lastimar tu creación y a mi prójimo como a mi mismo. Pues todos somos uno en tu creación.

Pasión de Nuestro Señor según San Lucas

(22,14-71.23,1-56)

Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:

«He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios».

Y tomando una copa, dio gracias y dijo: «Tomen y compártanla entre ustedes.

Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios».

Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».

Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.

La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí.

Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!».

Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.

Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.

Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores.

Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor.

Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.

Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.

Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí.

Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo,

pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos».

«Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte».

Pero Jesús replicó: «Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces».

Después les dijo: «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?».

«Nada», respondieron. El agregó: «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.

Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí».

«Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas». El les respondió: «Basta».

En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.

Cuando llegaron, les dijo: «Oren, para no caer en la tentación».

Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:

«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.

En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.

Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.

Jesús les dijo: «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación».

Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.

Jesús le dijo: «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?».

Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: «Señor, ¿usamos la espada?».

Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.

Pero Jesús dijo: «Dejen, ya está». Y tocándole la oreja, lo curó.

Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: «¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?

Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas».

Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.

Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.

Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: «Este también estaba con él».

Pedro lo negó, diciendo: «Mujer, no lo conozco».

Poco después, otro lo vio y dijo: «Tú también eres uno de aquellos». Pero Pedro respondió: «No, hombre, no lo soy».

Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: «No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo».

«Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices». En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo.

El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: «Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces».

Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban; y tapándole el rostro, le decían: «Profetiza, ¿quién te golpeó?».

Y proferían contra él toda clase de insultos.

Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal

y le dijeron: «Dinos si eres el Mesías». El les dijo: «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me responderán.

Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso».

Todos preguntaron: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?». Jesús respondió: «Tienen razón, yo lo soy».

Ellos dijeron: «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca».

Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.

Y comenzaron a acusarlo, diciendo: «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías».

Pilato lo interrogó, diciendo: «¿Eres tú el rey de los judíos?». «Tú lo dices», le respondió Jesús.

Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena».

Pero ellos insistían: «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí».

Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.

Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.

Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia.

Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.

Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.

Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.

Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.

Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les dijo: «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.

Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad».

Pero la multitud comenzó a gritar: «¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!».

A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.

Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús.

Pero ellos seguían gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!».

Por tercera vez les dijo: «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad».

Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.

Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo.

Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.

Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.

Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.

Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.

Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!

Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos!

Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?».

Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.

Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.

Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.

El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!».

También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!».

Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos».

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».

Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?

Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo».

Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino».

El le respondió: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.

El velo del Templo se rasgó por el medio.

Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.

Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: «Realmente este hombre era un justo».

Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.

Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.

Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.

Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.

Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.

Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado.

Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado.

Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.

Estoy confundid@

Señor, gracias por tu presencia, contigo puede compartir que me pesa el día. Mi mente no alcanza a entender para qué es nada- Siento que mis acreedores me acechan como animales rapaces, mi mente se oscurece y me cuesta trabajo articular las soluciones. La debilidad que encuentro en mi animo me confunde y busco rincones de placer o espacios para no pensar y dejar de sentir este duelo de desesperanza. Cuando siento cerca a las personas con quienes comparto mi alegría y amor las rechazo porque no encuentro paz, alegría, amor o paciencia. Me miro impaciente, temeroso y confuso. Necesito de ti mi Señor pero miro mi fe ahora tan pequeña.
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Medita: ¿vida oscura o llena de luz?

10 meditaciones del viaje espiritual 9/10

La novena decisión a meditar es “mirar a este mundo ensombrecido o lleno de la luz”.

Cuando perdemos el sentido, enfrentamos un duelo, un desamor, una contrariedad, parece que la realidad se ensombrece, pero en realidad hemos dejado de iluminar las sombras de las dudas, los temores y los rencores con a luz del Amor. Nuevamente nuestra percepción se cierra, en este caso se limita a contemplar la carencia, obscuridad o dolor. Muchas veces un evento del pasado donde hemos lastimado o nos han lastimado de tal manera que lo ocultamos en el fondo de nuestro corazón esperando olvidarlo. Sigue leyendo «Medita: ¿vida oscura o llena de luz?»

Medita: ¿Dolor o bienestar?

10 meditaciones del viaje espiritual 5/10

La quinta decisión a meditar es ¿seguimos el dolor o el bienestar?.

El enfermo es quien debe encontrar el bienestar, la curación, la sanación y en caso extremo el sentido del duelo. El dolor puede convertirse en la fuerza de la víctima ante los compasivos, mientras sea útil, jamás decidirá por el bienestar. El dolor parece recordarnos las raíces enterradas en la tierra: Dolor cuando vemos que nos quitan alguna posesión. Dolor cuando el cuerpo manifiesta el malestar. Dolor cuando las cosas no suceden como nosotros las queríamos. Dolor por ver destrucción, carencia, guerras y crueldad. El dolor de nuestro egoísmo nos lleva a centrar el mundo en nuestro sufrimiento. Pero el dolor de nuestra compasión nos lleva a abrir el mundo para encontrar el bienestar. Sigue leyendo «Medita: ¿Dolor o bienestar?»

Desprecio mi necesidad

Como desprecio mi necesidad alma mía, por las mañanas mi mente se ocupa de las carencias y en las oraciones me fatiga mantenerme hablando de mis limitaciones al Señor. ¿Cuánto espero en el Señor? pero más le hablo de las penas de la tierra, del recurso que no alcanza, del trabajo que no produce, del amor envuelto en la oscuridad de las dudas. Pero tú, alma mía, como vela en la noche oscura, mantienes mi conciencia con la esperanza de la misericordia del Señor. Sigue leyendo «Desprecio mi necesidad»

Amor ¿dónde estás?

Señor, le oculto a mi conciencia la presencia del alma mía donde estas tu, fuente de vida, verdad, amor, paz y libertad. Con mis razones y emociones desbocadas y el ansia de sentir las sensaciones de mi cuerpo distraigo mi conciencia de tu luz que se enciende en el alma con tu espíritu Santo.

Ayúdame Señor a mirarte sobre todas las cosas, a esperarte sobre toda la vida, a sentirte emergiendo de tu creación con tu bondad y tu paz.

En ti está la luz que ilumina mis dudas y mis temores, luz de paz plena y eterna que da gozo al mundo y gracia al universo.

Cuando recupero la quietud de mi conciencia en el silencio de mi oración, te miro en Jesucristo, encarnado en esta vida dándonos tu divina conciencia y la puerta a tu eterna gloria. Jesús, en ti confío, te necesito, ayúdame a descubrirte no en la tormenta, ni el fuego o el terremoto, sino en el suave abrazo de la brisa con la tierna mano de la tierra sosteniéndonos.

A Jesús por maría

Alma Mía corre al encuentro de La Santísima Virgen María, ella sabe cómo amar a Dios sobre todas las cosas; cómo amarlo al encontrar su voluntad, encarnarlo en su vida, apoyada en la verdad enfrentar los peligros y las críticas, sabe cómo recibirlo y entregarlo, siempre con Jesús, siempre hasta su cruz, muerte y resurrección. Corre y entrega todo a a Jesús por María.
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Vuelve a intentarlo

Alma mía cuantas veces te has caído, cometido errores, has encontrado los errores y el dolor de tu prójimo. Has sufrido desprecio y aún violencia. ¿Crees que vale la pena continuar así? Tal vez pienses que es mejor correr y sembrar en nuevas tierras, nuevos granos, nuevos proyectos. Sin embargo aprende a Jesucristo, a pesar de los desprecios y del sufrimiento que tiene en su corazón, se retira de la gloria y vuelve a intentar que vivas el amor y el gozo del cielo.

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