Alma mía cuantas veces te has caído, cometido errores, has encontrado los errores y el dolor de tu prójimo. Has sufrido desprecio y aún violencia. ¿Crees que vale la pena continuar así? Tal vez pienses que es mejor correr y sembrar en nuevas tierras, nuevos granos, nuevos proyectos. Sin embargo aprende a Jesucristo, a pesar de los desprecios y del sufrimiento que tiene en su corazón, se retira de la gloria y vuelve a intentar que vivas el amor y el gozo del cielo.
Retírate y apóyate en Dios. Que nada te aparte la lucha, ni tu egoísmo, ni el sufrimiento que te rodea, esa es la cruz que hay en tus hombros y es para la salvación. Realmente te has dado cuenta ¿cuánto puedes transformar al alcance de tu mano? Has de insistir en descubrir el amor que ilumina el egoísmo, como la luz a la sombra, es el amor ante el temor y la separación. Alma mía si te duele el mundo, vuelve a intentar mirarlo desde el amor que te crea, el amor del creador. Dios no hace basura.
Dale tiempo a tu conciencia y mira este mundo: Es la oportunidad de ayudarlo a que reconozca el amor que existe y lo sostiene. Mira tu hogar, tu piel, tu barrio, tu trabajo, tu familia, a tu prójimo. Todos ellos son la oportunidad de reconocer y ayudar a que miren que están hechos del amor ¿de qué sirve condenar el mundo que te abraza? Iras al fondo de la condena. Impúlsalo con tu amor a que despierte el amor que lo creo.
Hay tanto que te duele, sin embargo medita en la diferencia entre el duelo del egoísmo y el duelo del alma, el duelo del egoísmo se centra en ti donde el mundo está para servirte, como si fueras un bebé que exige alimento, limpieza y descanso sin importarle más nada que satisfacerse. El duelo del alma es la conciencia de que el mundo ha dejado de mirar el amor que lo transforma y lo crea, a ese mundo hay que darle la buena noticia y en ese mundo estás tú.
¿Cuántas veces has negado la presencia de Cristo? Has pensado que sólo se trata de mencionarlo en tu plática sin encarnar su amor. Cristo es el amor del Padre encarnado con el espíritu Santo. Entonces deja de negar el amor del Padre Nuestro en la creación, del hijo en la encarnación Sacramental y del Espíritu Santo amor que consuela y transforma los corazones que lo aceptan. Tu eres el amor del Padre encarnado en esta tierra inmersa en su amor.
Ora y acalla tu egoísmo cobijándolo con el amor, extendiendo el amor que te crea y te transforma para que el mundo identifique la presencia del Señor: Creación, encarnación y transformación en el amor. Sin dudas vale la pena volver a intentar encarnar en la conciencia el amor. Descubres los brillos que anuncian su presencia, la luz que ilumina la oscuridad. Intenta nuevamente alcanzar el verdadero apoyo en tu debilidad ¡es el Señor! y siempre está presente.
Alma mía dale tiempo y espacio al Señor. Retírate para encontrar tu fortaleza y la fortaleza de tu prójimo. Perdona y perdónate. Si caes en el intento de amar vuelve a intentarlo. Si te desprecias no dudes en insistir en que están hechos de amor. Si la lucha te ha derribado apóyate en el amor e insiste. Si la obscuridad te rodea enciende nuevamente la luz del amor. Si encuentras el egoísmo en el espejo limpia tu alma con la oración del amor. Saca tantas veces la basura de tu conciencia como se acumule y recuerda que hay un Dios que todo lo ve y todo lo sabe y que por ti vuelve a intentarlo.
(RDP)