En el Silencio se Encuentra el Amor: Meditación y Paz Interior

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La Fuerza del Silencio en la Meditación

El silencio, en nuestra cultura, es un refugio que hemos abandonado. ¿Cómo es posible escuchar sin el silencio? Este espacio sereno es un ambiente al que hemos renunciado, pero ¿cómo percibir el amor y la paz sin él?

El silencio trasciende el ruido que nos rodea y que nuestros oídos captan. Es también un estado mental, a menudo descrito como “poner la mente en blanco”, pero que en realidad implica gobernar nuestra mente y detener sus pensamientos. El silencio enfrenta las emociones que nos arrastran, revelando resentimientos y rencores enterrados en nuestra memoria. Es el ayuno de los impulsos del cuerpo, el dominio del movimiento y la armonía del descanso.

En el silencio, el tiempo se detiene y nos permite estar presentes, escuchar la guía de preguntas aún no formuladas, descubrir el amor en medio del temor, el rencor y el resentimiento. Es mirar sin imaginar, descubrir sin soñar, y vivir la presencia de quienes nos rodean en un propósito común.

Así, el silencio es el lugar donde el Amor se manifiesta, donde el tiempo se vuelve eterno y pleno. Es la antesala a la voz del Creador, quien nos guía y nos acuna en su divina voluntad. En el silencio, descubrimos el camino, la verdad que nos libera y la vida que emana del Amor.

Primero la Paz

El primer paso hacia la paz reside en nuestra consciencia. Somos una expresión del Amor divino, y en su plan, estamos ubicados en el lugar y con las personas correctas. Compartir la paz que el Espíritu Santo nos otorga es esencial; por ello, el rosario se convierte en nuestro primer paso para difundir la paz en el mundo.

Al silenciarte, descubres los frutos del Amor, siendo la paz el primero entre ellos. Cuando la paz surge en tu consciencia, sabes que el camino, la verdad y la vida están presentes, tal como cuando te encuentras ante Cristo Sacramentado en el Sagrario. En esos templos, sea cual sea su estilo arquitectónico, es natural sentir el silencio, y en ese silencio, nuestro espíritu identifica la paz.

En la paz, es fácil entablar un diálogo con el Señor, expresar nuestras inquietudes en oración, pedir fortaleza, guía, consuelo, intercesión y ayuda. Pero la oración puede profundizar hasta llegar a escuchar, en el silencio de nuestra paz, la respuesta divina.

Medita en el Silencio

El Espíritu Santo cultiva en nuestro ser sus frutos: paz, bondad, generosidad, autocontrol, fidelidad, paciencia, gozo… Cada uno de estos frutos se revela en el silencio, ese espacio entre nuestro espíritu y el Espíritu Santo.

El silencio que media entre ambos se revela en la meditación, cuando nuestra consciencia se aquieta, guiada por el Espíritu Santo del Amor. Es soltar las amarras y sumergirse en el mar profundo de la consciencia divina. Dios es Amor, y para zambullirse en el mar profundo de Su plenitud, eterna y omnipresente.

Jesús se retira al silencio para orar, ese espacio donde el Espíritu y el Espíritu Santo se encuentran. Su cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y Él se sumerge en la profunda consciencia de la voluntad divina. La fuerza de su oración es el silencio que medita en el Amor del Padre Nuestro. Entre la multitud, Jesús dedica su tiempo a la presencia del Amor encarnado, cerrando las puertas de su templo con el ayuno del cuerpo y la mente, llenando su consciencia con el Espíritu Santo del Padre.

Jesús es el Maestro, el camino, la verdad y la vida. Si crees en Él, síguelo, mantén la fe, la esperanza y el amor que predica: retírate a orar y medita en el silencio.

Jesús, en Ti confío.